martes, 20 de mayo de 2008

TECNOLOGÍA EN EL HOGAR

Dinorah Valladares


Siempre es interesante observar cómo, a lo largo de los últimos años, el concepto de tecnología ha ido extendiéndose en ámbitos donde antes era poco frecuente. Uno de ellos es el doméstico.

Seguramente para muchos de nuestros padres, el único aparato utilizado al interior de sus casas fue la radio y tal vez la plancha eléctrica; eso valió para una gran cantidad de años.

Cuando hablamos aquí de tecnología nos referimos a los diversos equipos y aparatos eléctricos o electrónicos de uso doméstico, para diferenciarlos del uso de herramientas varias (que estrictamente también podrían considerarse tecnología), que desde tiempos remotos se han usado para resolver las necesidades diarias de cualquier casa.

Lo importante aquí es reflexionar sobre el papel que juega la tecnología en la vida cotidiana y de qué manera la incorporamos a nuestras vidas.

Habrás notado que cuando adquieres un aparato, generalmente viene acompañado de un manual de uso (más extenso a medida que el artefacto desempeña un mayor número de funciones). Tomemos como ejemplo a los actuales teléfonos celulares; ya van mucho más allá de la mera tarea de comunicar, pues ahora puedes tener internet, videojuegos, un sinnúmero de melodías y funciones (algunas más útiles que otras)... Pero, ¿es preciso tener el más nuevo, aunque no le entendamos ni jota?

¿Eres de las que enseguida toman el manual y lo revisan (para aprender su correcto uso y, por tanto, obtener el máximo provecho, o para siquiera estar informada de todas las ventajas que ofrece tu nueva adquisición)? ¿O eres de las que apenas comprado se lo da a su hijo y le dice: “guarda tú mis números en las memorias, yo no le entiendo”, sin haber hecho siquiera el esfuerzo de intentarlo?

La irrupción constante y cada vez más sofisticada de aparatos ha formado parte de nuestras vidas. Seguramente todo empezó con la introducción de la radio al ámbito doméstico, después la televisión y la gran revolución que ello significó en el cambio de los hábitos en muchos hogares, a menudo transformándolos de manera radical.

Probablemente a muchas de nosotras nos son aún cercanas numerosas anécdotas de cuando las televisiones eran pocas y constituían un punto de reunión dentro de los pocos departamentos que, al interior de los edificios, las tenían; o en las pocas casas que contaban con ellas. En los eventos que en ese tiempo eran televisados (pocos, por cierto) y que eran de interés general, la reunión masiva del vecindario constituía todo un acontecimiento, a estas alturas ya entrañable por lo divertido de la asistencia variopinta y parlanchina a este tipo de proyecciones.

A partir de ahí, la irrupción de equipos y aparatos que han venido a introducirse en la vida del hogar ha sido cada vez más frecuente, en gran medida producto de la disminución de sus precios. Pensemos en los hornos de microondas, las videograbadoras, licuadoras, batidoras, picadoras, aspiradoras, pistolas para el pelo, la masificación del uso de los teléfonos, las contestadoras telefónicas y un largo etcétera.

De hecho, para muchos de nuestros hijos aparece ya como algo natural la avalancha de cambios tecnológicos que se vienen dando; parecerían tener una actitud más natural y de fácil adaptación para su conocimiento y utilización. Es claro que para ellos no representa un punto de reflexión el gran cambio que se han dado en la cotidianidad de la vida familiar a partir del uso de dichas herramientas.

Por supuesto, hacia las últimas fechas la introducción más importante la constituye el uso de equipos de cómputo en el hogar, y el uso de internet para cubrir diversas necesidades de la vida en familia (diversión, trabajo, comunicación remota, tareas escolares...)

Es claro que la entrada de aparatos, máquinas y equipos diversos en nuestras vidas no se detendrá, antes al contrario. Basta ver la cantidad de equipos que a lo largo de los años se acumulan. Los diversos avances tecnológicos que se introducen en el hogar desde luego que redundan en beneficios para la vida cotidiana: disminución del tiempo en nuestras tareas, menor esfuerzo dedicado a ello, mejor calidad, etc. , pero es importante no perder de vista que, al final, son instrumentos o herramientas que debemos adecuar a la organización que hemos decidido para nuestro hogar, y no al revés.

Así, a menudo parece que la vida tendría que girar ahora en torno a la televisión, en torno a internet. ¿Es sano que nuestros hijos pasen horas y horas frente a ellos? Finalmente sólo son medios; se puede encontrar ahí lo mejor o lo peor, lo más lúcido y disparador de ideas y cuestionamientos, o lo más estúpido, cruel, ruin y deformador de valores. El problema no es la herramienta, sino su utilización.

Creo que lo conveniente es estar abiertas para ir incorporando los cambios y avances que con seguridad se darán de manera veloz; aprender a usar las diferentes herramientas, conocerlas, sacarles provecho. Al mismo tiempo, no olvidar un permanente cuestionamiento de si es el momento de comprarlos, si nos van a ser útiles y qué función cumplirán en casa. La tecnología por sí misma no resolverá nuestros problemas; el uso inteligente que hagamos de ésta, seguramente sí.

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